sábado, abril 25

LAS RESPUESTAS A LOS NIÑOS

Encontrè este texto, desconozco el autor, pero igual quiero compartirlo con ustedes. Espero que les sea ùtil.
"...en este perìodo del duelo, los niños deben saber de la trizteza que ustedes sienten, pero deben saber tambièn que este estado serà transitorio y que no los aparta de ellos, sino que por el contrario los reencuentra.
Deben darle a ellos tambièn la oportunidad de mostrar su pena y aùn su alivio.
Algunos de ellos inconcientemente, en el caso de la muerte de un hermanito, pueden haber sentido que le quitaba la presencia y el tiempo de sus padres; y por lo tanto puede ser para èl el reencuentro con sus padres, sobre todo si tiene poca edad.
Respeten los miedos que pueden aparecer en algunos de ellos, miedo a la oscuridad, a los ruidos, a la soledad: la muerte es una gran desconocida y todo lo que les impida controlar lo que les rodea durante un perìodo puede atemorizarlos y angustiarlos.
Dialogue con ellos abiertamente. Den libertad a los sentimientos. Observen siempre los cambios de conducta, especialmente si son adolescentes.
Para que este sufrimiento pueda convertirse en crecimiento es necesario compartir y respetar los tiempos y formas de expresiòn de cada uno.

La mejor respuesta a un niño en duelo es mostrar como los papàs lo van asumiendo serenamente......"

Volver a casa

Volver a casa

Hasta que se cierra el último acto de los homenajes póstumos, el cuerpo se mueve por inercia, dejándose llevar por los acontecimientos, las voces alrededor, los tràmites…..nada es real, se hace por que asì debe ser….pero ni sabemos que es lo que realmente estamos haciendo.

A veces pienso que es la defensa inteligente ante el dolor, como si se durmieran los sentimientos, se congela la inteligencia y nuestro cuerpo se deja llevar. Si tomamos la verdadera dimensión de lo ocurrido ¿quièn podría ser coherente en los primeros instantes de la pèrdida?

Cuando regresamos del cementerio hacia nuestro hogar, nuestra vida…es allì donde comienza el enfrentamiento con la realidad.

Sabemos que hemos perdido para siempre a nuestro ser querido, y que cada mañana a partir de ese momento, nos tocarà vivir otra vida, en un reencuentro con uno mismo, con los hijos que también deben acomodarse a lo desconocido, distinto, difícil y salpicado de tristeza. Un reencuentro con la familia que vive cada uno de manera distinta.

Yo no sè que sentiràs si tu ser querido ha transitado una extensa enfermedad, si lo has visto irse de a poco y sufriendo. No lo sè.

Solo puedo hablar de una persona que salió feliz al trabajo, después del beso y el abrazo y, transcurrido una hora (tal vez algo màs) se fue para siempre.

Allì no hay oportunidades para despedirse, para repetir mil veces te quiero y te necesito, para el abrazo distinto, para prepararse….no…no hay forma de volver al hogar a las 48 horas aceptando la realidad que te toca.

Y hay algo que es permanente para todos: encontrar ese lugar vacìo y tan lleno de sus cosas, equivocarse al servir la mesa y que quede un plato vacìo, preparar el café para dos, tantas acciones cotidianas que nos siguen enfrentando a la ausencia. Yo creìa que estaba muy mal cuando me sucedìan esos “errores”, esas esperas sin fundamento, el dejar alguna actividad para después, porque había que conversarla con él. Olvidarme que los tràmites ahora dependìan solo de mì, que las decisiones sobre nuestras hijas ya no eran de dos.

Y no…nos pasa a todos. Hasta cuando un hijo crece y se va de la casa llega a suceder.

Aprendì a tenerme paciencia, a disculparme y a saber esperar .

Aprendì con mucho dolor que hay un tiempo para elaborar la rabia, para sentir la pena y también la culpa.

Y que todos tenemos diferentes tiempos para lograrlo.

Aprendì que es fácil transformarlo en un mito, idealizarlo, como una defensa natural para no vivir plenamente el duelo, para no vivir la realidad de su muerte y expresarlo por la vida que uno ha compartido.

Supongo que el sufrimiento del duelo y las ausencias nos tienen que madurar interiormente, ser màs ricos interiormente, y que al final de ese camino de làgrimas y silencios, lo ideal es volver sanamente a la vida, al reencuentro con uno mismo y con los otros.

Con amor

lunes, abril 13

René Trossero.- Un cuento

Hay una historia muy antigua donde se narra como un sabio puede dar iluminación sobre este triste acontecimiento, difícil de superar. Una vez una mujer perdió a su hijo y se lamentaba mucho. Ella pidió ayuda y finalmente le recomendaron que fuera donde Buddha. Ella se dirigió al santo hombre junto con su hijo muerto y le suplico que le regresara la vida al niño; entonces el Señor Buddha acepto ayudarla con la condición de que le llevara semillas de mostaza de las casas donde no hubiera muerto nadie. La mujer esperanzada salió a buscar de casa en casa esas semillas de mostaza, pero no consiguió ninguna porque en todas las casas donde había buscado había muerto alguien. Entonces regreso donde Buddha y el le pregunto por las semillas, ella le respondio que no las pudo encontrar porque en todas las casas donde había buscado, había muerto alguien. Entonces Buddha le explico que la muerte es un proceso natural por el cual todos debemos pasar; y que ella no era la única que sufría la pérdida de un ser querido.

René Trossero.

Libro: "No te mueras con tus muertos"

domingo, abril 12

Kahlil Gibran- EL ADIOS


Y entonces, un hombre y una mujer, tomados de la mano y con lágrimas en los ojos, se acercaron y le dijeron: "Háblanos del Adiós".
Y él mirándolos con ternura infinita respondió:
"Así como no os encontráis se encuentran vuestras manos o se mezclan
vuestras voces,
sino cuando vuestros corazones se unen y vuestros espíritus se hablan,
así no os separáis cuando partís materialmente o cuando vuestras miradas se buscan sin lograr hallarse o cuando vuestras manos no pueden darse mutuo calor, sino cuando un muro se levanta entre vuestros corazones y cuando vuestros espíritus no hablan ya más la misma lengua.
El pájaro besa suavemente la flor por un momento y, luego, se confunde con
el cielo.
Y sin embargo, ha dejado en los pétalos el corazón del fruto de la mañana.
El río toca las raíces de la planta que en él se refleja y sigue su curso...
Y, sin embargo su agua quedará en el árbol y se hará calor y perfume en sus
flores...
Así, si os habéis encontrado de verdad, si vuestras almas se han fundido
como el agua y el árbol, el espacio y el tiempo no pueden separaros, porque
lo mejor del uno florecerá en el otro a través de las primaveras.
Y el agua del río, hecha savia en el árbol, se elevará con él, en un cántico
de gracias hacia el cielo.
Y cuando en un futuro próximo o lejano, las manos del Destino, os pongan de
nuevo frente a frente, no diréis: "Te perdí y vuelvo a encontrar"... sino:
"Fuiste un sueño que vivió en mí para convertirse en realidad".
Y habéis vivido, a pesar de la distancia y el tiempo, unidos el uno al otro.
Vuestro reencuentro no será el del viajero que vuelve a su ciudad y la
encuentra cambiada, sino como el de aquel que besó los capullos de su jardín
un atardecer, soñó con ellos durante la noche y, al despertar, los vió, con
gozo convertirse en flores; o como el del que cerró un momento los ojos
velados por las lágrimas y al volver a abrirlos, halló al Ser Amado más
bello, más puro y más suyo.
En verdad os digo que el adiós no existe:
Si se pronuncia entre dos seres que nunca se encontraron, es una palabra
innecesaria...
Si se dice entre dos que fueron uno, es una palabra sin sentido...
Porque en el mundo real del espíritu, sólo hay encuentros y nunca
despedidas. Y porque el recuerdo del Ser Amado crece en el alma con las
distancias, como el eco en las montañas del crepúsculo".

jueves, abril 9

LA MUERTE Y LO INESPERADO

Siempre leemos que hemos nacido para morir.
Que es algo natural.
Se supone que debemos esperarla con tranquilidad por eso mismo: por que es algo natural..... pero la verdad es que nunca es esperada y dificilmente la aceptamos.
Siempre es tràgica y dolorosa.
Màs aùn en los casos donde parte un niño. un adolescente, una persona joven.
Y en ese estado de sorpresa y dolor, cuando nos parece que vivimos una pesadilla, un sueño del que hay que despertarse y no se puede, debemos despedir a nuestro ser querido, cada uno de la manera que pueda sentirlo.
Un beso, el silencio o el llanto. Pero siempre el dolor que adormece al razonamiento.
Recuerdo esos momentos como si le hubiera pasado a otra persona,
No era yo la que estaba decidiendo donde colocar sus restos, que hacer con nuestras hijas, los horarios, el dìa, el funeral.
Una de las decisiones màs difìciles fue que ellas no se despidan de su cuerpo.
No hubiera soportado sus làgrimas, el deseo de despertarlo y que les hable.
Si eso era lo que sentìa yo....¿que menos harìan sus hijas tan chiquitas?
Generalmente uno se ve rodeado de gente que quiere ayudar, familiares, amigos, y que a veces ellos tienen que tomar decisiones fuertes que uno no està en condiciones de decirlas.
Tambièn dicen que los niños deben elegir si quieren verlo o no.
Me presionaban que ellas tenìan que ir. Pero fui firme y no accedì.....y en este presente sigo pensando de la misma manera.
Siempre recuerdo aquel momento del sepelio como el màs doloroso cierre de mi vida.
Comenzaba una etapa donde èl ya no estarìa, donde yo no sabìa que harìa ni como. Se iba con èl la esposa que yo era, una parte de dos, muchas seguridades. Lo conocido y querido. Mucho temor. Mucho miedo.
Sabìa que tenìa que armar una manera distinta de vivir y salir adelante.
Y cada vez que en estos años la vida me ha presentado momentos difìciles, yo recuerdo ese frìo dìa de agosto.
Por que nada pudo superarlo. Y en el camino del dolor, tambièn recuerdo cuando salì del cementerio. Cuando caminè esas cuadras en silencio hasta llegar a nuestro hogar.
Recuerdo como si fuera ahora, que abrì la puerta y mis cinco niñas corrieron a abrazarme y se apretaron en mis brazos.