Hay momentos en la vida que nos dejan huèrfanos de ideas o frases, donde solo el infinito silencio es la pregunta y la respuesta sin sonido.
Donde los minutos pasan y las horas se cumplen y uno permanece suspendida en el abismo de la nada, tranquila, serena, sorprendida y abúlica. Como esas tardes de verano, calor sofocante y el ànimo solo para sentarse buscando la sombra, mirando como pasa la gente, los autos, la vida.
A veces duran un instante.
Otras nos pierden en la irrealidad del tiempo.
Y el mundo sigue girando a pesar de nuestro quiebre, el sol sale cada dìa y las personas amadas siguen creciendo, llorando, riendo, viviendo como mejor saben y pueden.
Nada ni nadie se detiene para esperarnos, pidièndonos que despertemos y regresemos a ese cotidiano respirar necesario para sentir que se existe y que pertenecemos a algùn lugar en especial.
A veces pasa asi.
Sin darnos cuenta.
Despuès de muchos despertares idènticos, los pasos en la escalera, la taza de tè preparada con esmero, encender el televisor y aturdirnos con voces ajenas totalmente a lo nuestro, a veces se vislumbra una lucecita de esperanza.
Esa que nos lleva a hacer un movimiento distinto.
O cambiar el orden de la secuencia.
O detenernos un instante para observar algùn detalle que siempre estuvo ahì pero que solo hoy lo descubrimos.
Y comienza todo de nuevo.
Vemos que el sol brilla entre las nubes del invierno.
Que abrimos la puerta y nos recibe el ruido de la vida, el olor a tierra hùmeda y el sonido del viento tan nuestro colándose entre los àrboles, el bullicio de los niños que regresan de la escuela...toda la intensidad de la vida entrando por cada rendija y adueñandose de todos los rincones, aùn de los màs oscuros.
Y aunque las ausencias no pueden diluìrse en el agua, ni los recuerdos mueren ni las angustian se marchitan, los aromas de la vida impregnan los sentidos.
Inexorablemente.
Siempre.
Y vuelvo a cobijarte en el silencio de gestos y de palabras
Te guardo hasta la pròxima parada, cuando nuevamente la mente se cierre al olor de las retamas del parque, cuando las cortinas permanezcan cerradas y el televisor apagado,
cuando los pasos sean insensibles, los ojos hùmedos, las manos quietas.
Cuando necesite de nuevo conversar con vos en el silencio absoluto del alma.
Donde siempre estàs, aunque no te nombre.
Con amor
Mònica