domingo, marzo 15

PAJAROS VIVOS de Poldy Bird

A veces la gente me pregunta por qué le ten­go miedo a la muerte. Y el interrogante me da vueltas por dentro, ata y desata nudos en largas noches azules de ojos abiertos como los de los peces. Vos me entendés, mamá. Me entendés, girando entre las rosas, suspen­dida en el muro de los jazmines, siempre cerca, siempre al alcance de mi voz, nunca visible para nadie.

Vos me entendés, empolvada de tiempo entre los libros, asomándote en coplas a esta vida en la que sí me ven, en la que las manos de los otros pueden tocarme todavía y mis pasos de­jan huellas en los pisos de esta casa que me so­brevivirá y tal vez siga albergándome, muda y transparente en los rincones, dentro de los flo­reros, o detrás de las cabritas de terracota que una amiga amasa para mí, cada tanto.

Y seré como vos ahora; una brisa que abanica las cortinas bordadas, pero que no se atreve a posar su beso sobre la frente de la gente amada.

-Usted le tiene miedo a la muerte, ¿por qué le tiene miedo a la muerte?

Quisiera contestarles que no es exactamente miedo. Es solamente no querer morirme. ¿Us­ted quiere morirse?, tendría que responderle al que interroga. O si no: "¿Usted entierra a sus muertos para siempre? ¿No los sueña de noche con la sonrisa tibia? ¿No les habla en las tar­des mientras acomoda sus papeles; no se les pone cerca en el recuerdo para que no estén tan quietos, tan ausentes, tan sin una delgada cadenita de luz que los amarre al latido y la música?".

Mamá: ¿vos pensabas como ellos? No te hagas la asombrada. No quieras distraerme con este sol magnífico y este olor a pasto recién cortado. ¡Ah..., desconfiada...! ¡Ah..., temerosa po­brecita mía...! Me veías tan pequeña que no creías, tal vez, que iba a tener fuerzas sufi­cientes para traerte en mí, desde mis ocho años tan tristes, hasta ahora, hasta mi hoy, siempre al costado de mi llanto, al costado de mi risa, siempre en el tumultuoso corazón de cada pala­bra que escribo.

Te turbas..., te estremeces... Yo también me estremezco cuando leo tus coplas.

"Si llego a morirme joven

no quiero que me empareden,

a flor de tierra ha de serme

la quietud, mucho más leve."

Y aquella otra, que ahora te desmiento, mamá, que ahora te digo que no, que no es cierto, que nunca será cierto:

"Cuando la voz se me pierda

por el bosque del silencio

han de helárseme las coplas

igual que pájaros muertos."

Míralas..., están vivas, están calientes, baten sus alas; en el cuenco de mis manos comen al­piste; a veces beben en las fuentes de las pla­zas un agua alegre que se parece al canto de los niños; otras, como ahora, beben un llanto lento que baja de mis ojos y lava tu cuidadita pose en los retratos.

Míralas, mamá, son pájaros vivos, de una rara especie que no se extinguirá.

Te lo prometo.

POLDY BIRD

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