miércoles, septiembre 19

¿Cuál es la diferencia entre luto y duelo?

Luto es la etiqueta que se le ha puesto al conjunto de reacciones emocionales, cognoscitivas, conductuales y físicas que se observan luego de la muerte de un ser querido. Las respuestas normales al luto incluyen negación, adormecimiento emocional, coraje, rabia, ataques de ansiedad (punzadas), tristeza, miedo, confusión, dificultad para dormir, regresión en los niños, malestar de estómago, pérdida del apetito, materializaciones histéricas (percepciones visuales o auditivas pasajeras de haber visto o escuchado a la persona querida) y otros muchos síntomas potenciales. Estos síntomas son similares a los que a menudo se observan en los periodos post-traumáticos agudos.
El duelo es el proceso formal de responder a la muerte. Ésto incluye los servicios fúnebres, funeral, velorio, vestirse de luto, y cosas por el estilo. Estos actos semi-ritualistas son muy útiles para organizar y focalizar la reacción de luto en el periodo inmediato después de la muerte. Es importante permitir que los niños participen de los elementos de este proceso. Uno de los elementos sanadores más importantes del duelo es que resulta ser un modo en que la persona puede "tener control" sobre la forma en que experimenta el trauma. En lugar de sentarse solo, con una serie de recuerdos intrusivos relacionados a la muerte, uno puede, en forma controlada, recordar a la persona perdida sin enfocar el suceso de muerte. El grado de control que se tenga al manejar un evento traumático es muy importante al determinar cuán destructivo éste llegará a ser con el tiempo.

Como hablarle a los niños

Utiliza un lenguaje y explicaciones apropiadas para la edad. El momento en que se hace y el lenguaje utilizado son importantes. En los momentos inmediatos después de la muerte, el niño no estará muy capacitado para procesar información compleja o abstracta. Según se aleja del incidente, podrá focalizar por más tiempo, digerir más y buscarle más sentido a lo que ha ocurrido. No te sorprendas si el niño actúa como si la persona amada no hubiese muerto o que habrá de regresar. A veces los niños pequeños se comportan como si no hubiesen "escuchado"nada de lo que dijiste. Se requieren muchos momentos de triste claridad para que la realidad de la pérdida penetre en los niños pequeños. Entre medio de esos momentos de dura realidad, los niños emplean una serie de técnicas para manejarse - algunas de las cuales podrían confundir o turbar a los adultos.

En este largo proceso el niño continúa "reexperimentando" la pérdida. En sus juegos, dibujos y palabras, el niño podría repetir,

reactuar y revivir algunos de los elementos de la pérdida traumática. Los adultos sobrevivientes escucharán al pequeño hacer las mismas preguntas una y otra vez. Puede que les pidan que describan una y otra vez "lo que pasó". El niño puede desarrollar una preocupación empática profunda por otros que estén también experimentando una pérdida, incluyendo los personajes de los caricaturas animadas y los animales. "¿Dónde está la mamá de Mickey Mouse?". O al ver un pájaro muerto podría preguntar - "¿Quién cuidará a sus pajaritos bebés ahora?".

El niño experimentará y procesará el mismo material en formas diferentes en distintos momentos luego de que ocurriera la muerte. A la larga, la oportunidad de procesar y reprocesar muchas veces le facilitará un manejo saludable del suceso. Un niño específico podría estar reprocesándolo a través de todo su desarrollo. Aún años después de la muerte de la madre o un hermano, el niño podría revivir la pérdida y luchar por comprenderla desde su perspectiva de desarrollo actual.

Uno de los elementos más importantes de este proceso, es que los niños a diferentes edades tienen distintos estilos de adaptación y distintas habilidades para comprender conceptos abstractos como la muerte. Niños de distintas edades tienen muy diversas ideas sobre ésta. Los muy pequeñitos pueden no darse cuenta de cuán terminante es. Trata de no asociar el sueño con la muerte. Si ambas llegan a asociarse, no sería sorprendente que el niño tuviera miedo de dormir; o le diera miedo que sus seres amados se duerman. Trata de obtener algún entendimiento de lo que el niño piensa que es la muerte - tiene una visión de la otra vida, existen algunos miedos específicos de la muerte, y así por el estilo. Mientras más entiendas el concepto que tiene el niño de la muerte, más fácil se te hará comunicarte con él en una forma significativa.-

(Bruce Duncan Perry, M.D. Ph. D. y Jana Rubensein, M.Ed., LPC)


Los niños a menudo se sienten culpables

Los niños a menudo se sienten culpables.

Un niño que sobrevive cuando miembros de su familia han muerto, puede a menudo sentirse culpable. Ésta es una creencia que podría resultarle sumamente destructiva y pervasiva. El grado de culpa que el niño pueda sentir, frecuentemente está asociado con el nivel en que desarrollan y mantienen unas presunciones equivocadas del suceso. Uno de los pricipios más importantes en este proceso es que los niños no saben cómo verbalizar o expresar su sentido de culpa del mismo modo que lo hace los adultos. El sentido de culpa, como lo expresan los niños, puede más bien observarse en conductas y emociones relacionadas al odio de si mismos y la auto-destrucción. Es muy posible que el niño no pueda poner en palabras que su sentido de culpa por haber sobrevivido esté íntimamente relacionado a su sentido de minusvalía, o sus conductas destructivas o de auto-maltrato.

Niños que sobreviven la muerte súbita de alguno de sus padres sufrirán un profundo sentido de culpa por el hecho de haber sobrevivido. Hubo algo malo en mi. Yo pude haber estado allí-- Yo debí haber estado allí. Estos pensamientos recurrirán en un sinnumero de formas; y la mayor parte de las veces el resultado de estos serán pensamintos de culpa. Si los cuidadores, terapistas y maestros de estos niños pueden minimizar estas ideas potencialmente destructivas y en aumento, se facilitará su recuperación.

martes, septiembre 18

QUE HAGO AQUI

¿ Què hago aquì? En este espacio diferente.
Testigo silencioso de aquel pasado
que la mente no pudo gobernar
y el corazòn no consigue olvidar.

Las mismas paredes, hoy distintas.
Olor a pintura, los techos blancos
sin adornos ni marcas personales
que definan la historia vivida.

Cada pincelada suave y precisa
va cubriendo las manchas lentamente.
El cansancio se adhiere implacable.
La piel respira. El alma espera.

¿Què hago aquì? No hay presencias,
no subsisten los recuerdos, y el vacìo
que invade despacio cada puerta,
queda adentro, definitivo y quieto.

Observo mis manos en silencio.
Los surcos marcados por los años
que flotaron dispersos y sin prisa
y devuelven lo real a la mirada.

¿Què hago aquì? todo es ausencia
Las maderas limpias. Los papeles viejos
carcomidos por el polvo acumulado.
Los espejos vacìos. El piso roto.

No hay siluetas de tizas infantiles
dibujadas tiernamente en la pizarra.
Se fueron el abrazo. La risa. El llanto.
Silencio total. Entrega absurda.

¿Què hago aquì? Mis pasos, lentos,
conmovidos me alejan del pasado.
Llevo el dolor cubierto de ternura.

Y en el alma respuestas de la vida.

de: Mònica Figueroa
derechos reservados
Año 2001

domingo, septiembre 16

TU VIDA, MI VIDA

Hoy te escribo.
Nuevamente deslizo las palabras
que repiten el dolor antiguo
de cada instante en esta vida.
Los recuerdos acuden sin aviso
atropellados, constantes, firmes.
Provocan la nostalgia acostumbrada
que acompaña en silencio cada dìa.
Recorren nuevamente los senderos
de làgrimas perdidas y olvidadas.
Reviven cada ausencia reprimida
y lloran el vacìo que perdura.-

Hoy te escribo.
Fuiste el eje principal y necesario
del pasado feliz, el compartido.
Transformaste mi existencia.
Y a esa adolescencia solitaria
colmaste de amor y de ternura,
cerrando las heridas de mi vida.
Te amè. Dios sabe cuanto.
Recorriendo cada jornada.
Aprendiendo juntos en la angustia
de los momentos tensos, difìciles,
que alguna vez amenazaron
con quebrar nuestro mundo prometido.

Fuimos niños en la risa.
Compañeros en la rutina laboriosa
Tuvimos la caricia tierna y los besos
que sellaban cada instante de alegrìa.
Vivimos la emociòn en el abrazo
de los sueños cumplidos en los hijos.
Cinco niñas que fijaron
tu sentido de pertenencia y
del orgullo que leìan en tus ojos
cuando en los brazos acunabas su inocencia.-

Hoy te escribo.
Mi novio. Mi hombre. Mi compañero.
Aunque ayer te fuiste de mi vida
te retuve a mi lado. Dìa tras dìa.
Fuiste el refugio. La seguridad
que luchò junto a mì cada batalla.
Te pedì en silencio las respuestas.
Gritè tu nombre, adoptè tus costumbres
y en ellas atrapè tu compañìa.
Recordè tus historias al contar las mìas.
Y al llegar la adolescencia de tus hijas
tus sueños para ellas revivieron.
Y mi voz reflejò en cada palabra
el eco de las frases pronunciadas.

Tuve culpas, dolor, remordimientos
los fracasos lastimaron mis entrañas
y en mi interior, sentì que te fallaba.

Hoy te escribo.
Mi corazòn està triste.
Las làgrimas estallan sin prisa.
Y en los ojos abiertos para siempre
condenso tu historia y la mìa.

Es el momento de la despedida
del adiòs que aùn no he pronunciado
por que nunca dejè que te marcharas.
Permitir que te vayas.
aunque este llanto silencioso no pueda
soltar despacio las amarras.

Mi novio. Mi hombre. Mi compañero.

(Que Dios te guarde en la palma de su mano).
De: Mònica Figueroa
Derechos Registrados



ES LA MEMORIA

Es la memoria
que quiere atraparte para siempre.
Es la angustia acrecentada
en la soledad distinta.

Atrapar tu sonrisa.
El sonido de las voces alegres
marcando tiempos distintos.
Sentir la presiòn de tus manos
enredando los dedos,
reconocièndose como siempre.

En silencio. quietos.

Es buscar tu mirada
en los ojos desconocidos
que cruzan la vida.
Hacer reales nuestros sueños.
Compartir el beso.
El abrazo.

Recorrer la vida y.
creciendo
sonreìr juntos cada dìa.

de: Mònica Figueroa
Derechos registrados

martes, septiembre 11

NECESITE



Necesitè verte.
Respirar tu aire.
Sentir tu aroma.
Quise abrazarte.
Cobijarme en tu cuerpo.
Pero era tarde.
Sin despedidas.....
te habìas ido
Mònica Figueroa

EL AMOR PARA NOSOTROS



Que fue el amor para nosotros?
Necesidad de tenernos
Ternura de besos aprisionados
Que colmaron las tardes de sosiego.
Fue sueño. Fue esperanza.
Manos entrelazadas, abrazo eterno.
Mañanas de café, de charlas cortas
Caminatas en la nieve
Con el fulgor de las risas y la tibia
Mirada protegiendo del frìo.

Que fue el amor para nosotros?
Fue la vida, el despertar de cada dia,
El descanso abrazando las distancias
La picardìa de una broma,
El recuerdo de l principio
Cargado de aromas a retamas,
Del susurro del viento entre las hojas,
Aquellas tardes en la rìa
Dueños del mar, del horizonte,
De las golondrinas que se iban.
Buscando nuevas primaveras.

Còmo puedo preguntarlo?
Si nuestro amor fue la vida y fue la muerte.
Fue el principio, el primer aliento.

Y fue el final, el ùltimo suspiro
Mònica Figueroa
derechos reservados
año 2000

viernes, septiembre 7

EL RELOJ MARCA LAS OCHO


Al nombrarte en silencio duele el corazòn inquieto.

Espera las respuestas que la vida le ha negado.

Los recuerdos vienen, atropellados, constantes,

marcando las diferencias que surgen del pasado.

¿còmo hacer para olvidar si ya no eres presencia

si al partir esa mañana te llevaste nuestra vida?.

El cafè que se enfrìa olvidado en la mesa.

La servilleta celeste guardada en el cajòn,

con el llavero plateado, regalo de aniversario.

El reloj marca las ocho.

Las cortinas se inquietan en la brisa de la noche.

El perfume de retamas

inunda dulcemente el camino hacia la reja.

Se encienden las luces.

Iluminan los techos desparejos de las casas cercanas.

El frìo golpea los vidrios y penetra en las paredes.

Recorro las habitaciones, a oscuras, en silencio.

Acomodo las sillas.

Guardo las revistas viejas, amontonadas, sin orden.

Encuentro el pulover gris, ese que preferìas.

El mismo de la foto que descansa en la repisa.

Miro tu rostro sonriente. Despreocupado. Feliz.

Apenas la acaricio.

Con la entrega absoluta al resignado adiòs.

El reloj marca las ocho.

Y el portòn sigue cerrado

.................................

De: Mònica Figueroa

Derechos Reservados

Año 1995



domingo, septiembre 2

Tratamiento del duelo


El apoyo más importante que una persona recibe después de sufrir una pérdida, proviene de amigos y familiares, pero en caso de dificultades para superar la pérdida, puede ser útil el apoyo terapéutico. El periodo de duelo permite a la persona superar la pérdida, vivir sin la persona fallecida e independizarse emocionalmente de ella, tomar decisiones por sí mismo, establecer nuevas relaciones, siendo capaz de superar los momentos más críticos como celebraciones familiares, cumpleaños o fechas significadas.

Las estrategias de apoyo psicológico o médico buscan ayudar a la persona a superar este proceso, haciendo posible hablar de la persona fallecida y reconocer si hay emociones mínimas o exageradas alrededor de la pérdida, con vivencias de culpa, rabia u otros sentimientos negativos.

Las distintas técnicas terapéuticas buscan ayudar a la persona en duelo a superarlo, a través de:

  1. Desarrollar la capacidad de experimentar, expresar y adaptarse a los cambios afectivos.
  2. Utilizar los medios más eficaces para afrontar las distintas situaciones y superar el dolor que provocan.
  3. Establecer una relación continuada con el difunto.
  4. Mantener el estado de salud y la autonomía física y afectiva de la persona.
  5. Restablecer las relaciones personales.
  6. Alcanzar un buen nivel de autoestima y de relación con el entorno.
Entre las técnicas terapéuticas que pueden utilizarse en este proceso de adaptación a la ausencia de la persona querida, se encuentran:
  • Anticipación de fechas y situaciones. Algunas fechas (aniversario de la muerte, cumpleaños, Navidades, Todos los Santos, etc.) son especiales, y con ellas llegarán nuevos tirones de dolor que sorprenden y desmoralizan, por lo que conviene tenerlas en cuenta para adelantarse si están por venir, adivinando o imaginando como se vivirán, o averiguar el impacto y la estela que han dejado atrás si ya han ocurrido.
  • Toma de decisiones, solución de problemas y adquisición de habilidades. A veces la persona en duelo tiene un auténtico bloqueo cognitivo mezclado con miedo, ya que su mundo se le ha venido abajo y todo puede ser extremadamente peligroso. En esta situación, a veces, la toma de decisiones resulta difícil o es necesario adquirir habilidades que ejercía la persona fallecida (arreglo de un enchufe, cambiar una bombilla, ir al banco, etc.).
  • Concretar los problemas, generar alternativas, elegir una opción, ponerla en marcha y evaluar resultados.
  • Narración repetitiva de la muerte y “contar” historias. La narración de un hecho trágico lo desdramatiza en parte. El relato pormenorizado y redundante de la muerte es catártico, lava, purga, abre la espita de la emoción y además libera, ordena y estructura el pensamiento. Casi hace de la muerte una parte de nosotros mismos, la normaliza y ayuda a superarla.
  • Hablar de retazos de vida pasada, extraerlos del viejo archivo de la memoria y actualizarlos. Con ello, el doliente perfila lo que fué y lo que es, reflexiona, busca, rebusca y tiene la oportunidad de ver que los vínculos son ahora distintos pero perviven. Puede hacer nuevas amistades, ilusionarse con los nietos, la vida,... sin miedo, nunca se va a olvidar,... porque el olvido es imposible.
  • Prescripción de tareas concretas e individualizadas que se negocian y pactan previamente, y que comprometen al doliente y le obligan en su consecución.
  • Realizar ejercicio físico con unas pautas determinadas, consiguiéndose además -por el efecto dominó y casi sin querer- cambios en otros hábitos de vida del doliente, y sobre todo evitando maneras de afrontar su pérdida, claramente perjudiciales: abusar del alcohol, del tabaco, del vídeo, de la televisión, del juego, etc.
  • Hablar de los sueños y de las presencias: visuales, auditivas, táctiles... Los sueños a veces asustan e inquietan, y en otras ocasiones, alivian y reparan, produciendo sosiego. Es conveniente hablar de ellos y del significado que tienen para el doliente.
  • Utilización de psicofármacos. En el duelo normal sólo deben de tomarse fármacos para trastornos concretos y durante un tiempo limitado y ocasional, con el fin de evitar medicalizar el duelo. Los antidepresivos son totalmente ineficaces frente a la tristeza del duelo si no existe depresión.
  • Debe de estarse atento en personas con estilos de afrontar las dificultades claramente perjudiciales, p. ej. “compensadores químicos” que van a echar mano de sustancias para curar su dolor y su impotencia, léase alcohol, nicotina, pastillas..., o conductas repetitivas y compulsivas del tipo “trabajo adicto”, “jugador de máquinas”,... que anclen el dolor y lo narcoticen por la repetición.
Debe de solicitarse atención especializada en caso de:
  • Estilos de afrontar los problemas abiertamente autolesivos a corto o largo plazo (exceso de consumo de drogas, alcohol, ludopatías, obsesiones...).
  • Aparición de problemas de salud mental asociados: fobias, crisis de angustia, etc.
  • No superación del duelo: aparente ausencia de duelo, cronificación...

En el proceso de superación del duelo existen diversos recursos o técnicas que se pueden utilizar:

  • Comunicación telefónica. El teléfono será fundamental en el apoyo y seguimiento puntual, ante una fecha significativa que se avecina o en el caso del doliente que necesita aclarar una duda.
  • Escribir. En determinadas personas, el escribir alivia y aclara u ordena sus ideas y emociones.
  • Dibujar. El dibujo, del mismo modo que la escritura, es un medio de expresión que puede conectar con nuestras profundidades, y permitirá en determinadas personas sacar emociones o sentimientos.
  • Elaborar un álbum de fotos o atesorar una caja con recuerdos.
  • Vídeos. Visualizar vídeos del fallecido añade la dimensión del movimiento y el sonido a la foto, todo parece más real, y sirve, como las fotos o los recuerdos, para redimensionar la nueva relación con la persona fallecida.
  • Animales. En el duelo, los animales domésticos, a veces juegan un papel fundamental. Enganchan a la vida, permiten expresar cariño, hablar de cosas que probablemente no hablarías con nadie, recuerdan al fallecido y permiten ponerte triste, al acariciarles se tiene el calor del contacto físico, y con el paseo (p. ej. si es un perro) la socialización obligada.
  • Internet. En Internet, cada vez hay más recursos para las personas en duelo. Desde los “chats" de autoayuda y páginas de grupos de autoayuda nacionales o internacionales (CRUSE...)

Características del duelo


  1. Es un proceso dinámico y cambiante momento a momento , variable de persona a persona y entre familias, culturas, sociedades,...
  2. Se relaciona siempre con maior riesgo de la aparición de problemas de salud:
    1. El riesgo de depresión en personas viudas, se multiplica por cuatro durante el primer año.
    2. Casi la mitad de las personas viudas presentan ansiedad generalizada o crisis de angustia en el primer año.
    3. Aumenta el abuso de alcohol y fármacos; la mitad de las viudas utilizan algún psicofármaco en los 18 primeros meses de duelo.
    4. Entre un 10 y un 34 % de los dolientes desarrollan un duelo patológico.
  3. Aumenta el riesgo de muerte, principalmente por eventos cardiacos y suicidio; los viudos tienen un 50% más de probabilidades de morir prematuramente, durante el primer año.
  4. La población en duelo demanda un mayor apoyo sanitario, debido a la pérdida de sus redes de soporte social, y con ellas de muchos de los recursos clásicos para el doliente (familiares, religiosos, vecinos, amigos, compañeros de trabajo,...).

Es importante tener en cuenta los factores personales, sociales y familiares que pueden condicionar la aparición de una mala evolución del duelo. El duelo siempre va asociado a una serie de circunstancias, que actúan como predictores de riesgo, como son: causa y entorno de la muerte, personalidad y recursos psicoemocionales del doliente, ambiente sociofamiliar, y el tipo de relación con el fallecido. Estas circunstancias pueden ser consideradas como normales, en el sentido de que no añaden por sí mismas dificultades a las ya propias del duelo, o por el contrario, pueden complicarlo enormemente.

Podemos considerar predictores de malos resultados o de dificultades en la evolución del duelo, los siguientes:

  • Las muertes repentinas o inesperadas; circunstancias traumáticas de la muerte (suicidio, asesinato).
  • Las pérdidas múltiples; las pérdidas inciertas (no aparece el cadáver).
  • La muerte de un niño, adolescente, (joven en general).
  • Un doliente en edades tempranas o tardías de la vida.
  • La muerte tras una larga enfermedad terminal.
  • Un doliente demasiado dependiente; relación ambivalente con el fallecido.
  • Una historia previa de duelos difíciles; depresiones u otras enfermedades mentales.
  • Tener problemas económicos; escasos recursos personales, como trabajo, aficiones...
  • Un escaso apoyo sociofamiliar real o sentido; el alejamiento del sistema tradicional socio-religioso de apoyo en personas emigrantes.

¿Qué es el duelo?


Llamamos duelo a la reacción adaptativa ante la perdida de un ser querido. Es un acontecimiento vital estresante de primer orden, considerándose que la muerte de un hijo o del cónyuge es la situación más estresante a la que el ser humano puede estar sometido. Este proceso de incorporar a la vida cotidiana, la ausencia definitiva de un ser querido, está claramente influído por la cultura, las creencias y las reglas sociais.

Durante este período, la persona debe liberarse de los lazos con la persona fallecida, readaptarse a la vida cotidiana sin esa persona, y establecer nuevas relaciones; modificar sus roles e identidad, y redirigir sus necesidades afectivas. Con frecuencia, se siente muy cansada, física y psíquicamente.

Una vez superado el primer momento de shock y consternación, se puede decidir que el duelo consta de tres fases:

  • La urgencia de recuperar a la persona perdida.
  • La desorganización y tristeza.
  • La reorganización.

sábado, septiembre 1

¿Cómo afrontan los niños el duelo?

¿Cómo afrontan los niños el duelo?

A diferencia de los adultos, los niños no experimentan un duelo intenso y continuo de reacciones emocionales y conductuales ante la pena. Los niños pueden mostrar su pena de manera ocasional y breve, pero en realidad, el proceso dura mucho más tiempo que en los adultos y se hace presente en los momentos especiales de sus vidas, como irse de campamento, momentos clave en la escuela, al casarse, o al tener un hijo.

El modo cómo se afronta el duelo por los niños depende de la edad, la personalidad, de las experiencias previas de la muerte, y de su relación con el difunto. Además, se verá influido por las circunstancias del deceso: el ambiente que rodea al niño, la causa de la muerte, la capacidad de comunicación de los familiares, la estabilidad de la familia tras la muerte y su entorno afectivo.

En general, los niños muestran su dolor en episodios cortos, a través del juego y del comportamiento.

En los niños muy pequeños, se puede presentar como una deprivación afectiva o falta de cariño, con ansiedad, apatía, pérdida del sueño y/o del apetito. Entre los 3 y 6 años, los niños ya reconocen qué es la muerte física, pero la viven como algo temporal y reversible, por lo que suelen hacer preguntas acerca de cómo transcurre la vida y los actos cotidianos de la persona fallecida, como si ésta viviera en otro lugar. El dolor puede manifestarse como trastornos del sueño, del control de esfínteres, pérdida del apetito…

A partir de los 6 años, los niños empiezan a mostrar curiosidad acerca de la muerte y suelen preguntar datos concretos sobre lo que le pasa al cuerpo cuando uno muere. Pueden ver la muerte como algo definitivo y que amedrenta, pero que le pasa más a la gente vieja. El dolor lo manifiestan como fobias, problemas de aprendizaje, comportamiento agresivo o antisocial, presentar síntomas de enfermedades imaginarias, aislarse o convertirse en niños sumamente apegados y dependientes. Si el fallecido es uno de los padres suelen vivir la situación como de abandono, y reclamar mayor atención.

A partir de los 9-10 años, los niños ya ven la muerte como algo irreversible y tienen mayor capacidad de análisis objetivo de los acontecimientos.

Es importante tener en cuenta los interrogantes que se le plantean al niño, la posibilidad de que se generen vivencias de culpabilidad, asociando hechos o acontecimientos de su comportamiento con la muerte de la persona querida, que le lleven a interpretar que él es responsable de la muerte, o le genere temores acerca de su vida y su futuro. El niño mayor necesita, como el adulto, hablar sobre los acontecimientos que están ocurriendo, participar de los preparativos y de los actos del sepelio, dándoles y haciendo evidente el cariño y garantizándoles los cuidados y el entorno de seguridad que necesitan.